«Las palabras del sabio son agradables;
los labios del necio causan su propia ruina.»Eclesiastés 10:12 (RVC)
¿Cómo son mis palabras? Inevitable preguntarte eso cuando meditas un verso como Eclesiastés 10:12… La otra pregunta obligada es: ¿Qué efecto tiene lo que digo?
Recuerdo que hace algunos años atrás el ex-presidente de Venezuela dijo literalmente ante los medios: «Maldigo al pueblo de Israel, desde el fondo de mi alma, ¡maldigo a Israel!»… Y esa, sin duda, es una pésima idea; puesto que Dios prometió que bendeciría a quienes bendijeran a Israel y maldeciría a quienes los maldijeran (ver Génesis 12:3).
Por otra parte, ¿mis palabras son llenas de gracia? (como dice el mismo verso, pero en la versión RV-1960), ¿Cómo puedo asegurarme de que así sea? Básicamente veo dos cosas simples a saber, que son:
- Fundamentos: Lo que digo se basa en lo que Dios dice, es decir, en Su Palabra; porque de la abundancia de mi corazón hablará mi boca…
- Intenciones: Digo las cosas porque tengo amor a los demás y deseo ayudar o porque quiero contender con los demás y deseo sobresalir…
La clave está en nuestra relación con Dios, todo depende de eso y es ahí donde Dios a través del Espíritu Santo nos mostrará qué decir, cómo, cuándo y de qué manera… Y tú, ¿Qué crees de esto? ¿Valdrá la pena medir nuestras palabras? Siéntete libre de comentar.
Dios te bendiga.
– Marcos Zúniga