En la noche fuimos al supermercado con mi hermana menor, cuando estábamos en el área de frutas se nos acercó un niño de la calle a pedirnos dinero «para ajustar la leche y el corn flakes»; extrañado porque estuviera ahí el niño, en principio me negué porque no me termina de gustar la idea de dar dinero sin saber si cumplirá el objetivo, pero a la vez sentía que algo debía hacer…
Cuando comenzamos la fila para cancelar en caja le comenté esa sensación a mi hermana y me dijo: «Todavía hay tiempo…» así que sin pensarlo mucho lo fui a buscar y lo encontré, le dije que lo invitaría a la leche con la tarjeta, porque de veras no suelo andar efectivo…
El pequeño muy gustoso me dijo que prefería más la leche con chocolate y que para comer pues galletas… cuando llegamos a la parte donde estaban las galletas y le di a escoger señalo las Oreo… ¿Cómo culparlo? ¡Hubiera escogido lo mismo que él!
Cuando íbamos a caja con la leche y galletas él dijo con gratitud: «¡Ehhh que bien que hoy voy a comer!» Trague saliva hondo y seco para no llorar. Cuando pagamos se fue con una carita de alegría y un sincero: «Gracias, que tengan buena noche» En su inocencia él no se dio cuenta que el más agradecido ahí era yo.
Se menciona tantas veces a los pobres en la Biblia, ellos son importantes para Dios, es por eso que no debemos olvidarlos…
«Porque Él se pondrá a la diestra del pobre,
Para librar su alma de los que le juzgan.»
Salmos 109:31