Serás como el diamante, más duro que una piedra…
Ezequiel 3:9a PDT
Hasta donde entiendo un diamante no es más que un pedazo cualquiera de carbón al cual durante cierto tiempo se le aplica una gran presión y altas temperaturas.
Creo que a todos nos gustaría ser como un diamante: resistentes, apreciados por los demás y brillantes; pero no a todos (quizás a nadie) le gustará someterse cierto tiempo a gran presión y altas temperaturas.
Estos días he meditado que a Dios parece interesarle más mi carácter que mi felicidad, quizás porque mi felicidad es cómo estoy y mi carácter es quién soy, en definitiva algo más duradero.
Así que cuando caigo o me tiro «en una fosa» y miro la situación complicada en la vida, lo mejor que puedo hacer es lo que hizo Jeremías cuando pasaba uno de sus peores momentos:
SEÑOR, te llamo por tu nombre desde el fondo de la fosa.
Te ruego que escuches mi voz y no te tapes los oídos ante mi oración.
Te acercaste cuando te llamé y me dijiste: «No tengas miedo».
Lamentaciones 3:55-57 PDT
En lo personal siento como si Dios me dijera: «No tengas miedo Marcos, sigo al control, estoy haciendo un diamante, y eso lleva algo de tiempo.»