Este recién pasado miércoles 8 de agosto del 2018, gracias a Dios fui invitado a participar del panel titulado “La Propiedad Intelectual como factor de desarrollo” en ocasión del XXII Congreso Internacional de Investigación Científica de nuestra UNAH, a continuación, comparto algunas de las ideas que desarrollé durante mi participación.
Experiencia como novel investigador
Primero que todo le agradezco a Dios formar parte de un excelente grupo de investigación con el Ing. Eduardo Gross y el Ing. Jorge Esquivel; con quienes hace pocos meses presentamos nuestros informes finales de una beca que recibimos de parte de la UNAH a través de la Dirección de Investigación Científica, denominada: “ALGORITMO COMO INTERACCIÓN MEDIANTE COMANDOS LINGÜÍSTICOS – FONÉTICOS CON INSTRUMENTOS ELECTRÓNICOS EN AMBIENTES CONTROLADOS” (te prometo que eso es lo más complicado que leerás en esta publicación).
Durante el proceso de investigación nos dimos cuenta de que nuestro desarrollo es susceptible de patentar, así que ahora que finalizamos la parte formal de la investigación entraremos sí Dios permite en un proceso de buscar una patente en el área tecnológica para la UNAH, pero, revisando la página de la Organización Mundial de Propiedad Industrial veo que hay números que asustan…
En los últimos 4 años (2013-2016), la OMPI registra apenas 20 solicitudes de patentes de residentes – nacionales en Honduras, de las cuales apenas 4 lograron la patente. En ese mismo período de tiempo, Costa Rica registra 63 solicitudes de patentes (3 veces más), aunque apenas obtuvieron 5 patentes; obteniendo un peor rendimiento solicitud de patente / obtención de patente, pero con la salvedad que por seguro han aprendido muchísimas cosas en el proceso.
Sí nos comparamos con un país de primer mundo con una población similar, como Israel, ellos registran en el mismo período de tiempo 4,911 solicitudes de patentes y obtuvieron 2,794. Un rendimiento asombroso para un país de 8 millones de habitantes y que cabe poco más de 5 veces en el territorio de Honduras.
Todo esto me llevo a visualizar una triste realidad: Somos una sociedad que castiga muy duramente al fracaso y que coloca una etiqueta al que fracasa como sí éste fuera un fracasado; y la verdad es que el fracaso es una parte importante del éxito.
Lo digo además porque ese es un problema que nos puede ocurrir como investigadores, ¿Qué pasaría sí nos deniegan la patente? ¿Qué dirán y pensarán de nosotros? La verdad es que nadie premia a los que etiquetan de “fracasados”…
Y hablando de premios
Estudiando este tema me di cuenta de que varios inventos o logros importantes en la historia fueron impulsados por premios, es decir, empresas o gobierno pusieron dinero sobre la mesa para la persona que logrará “X” cosa, un par de ejemplos:
El primer viaje en vuelo directo de Nueva York a Paris fue a raíz de un premio de 25 mil dólares ofrecido por un empresario hotelero, un parisino radicado en New York, después de varios años de estar en vigencia, dicho premio lo gano un piloto joven desconocido (hasta ese momento) llamado Charles Lindbergh. El resultado fue una propulsión especial en la aeronavegación comercial a partir de ese año.
Otro ejemplo es con el tema de la preservación de alimentos: En 1795 Napoleón ofreció un premio con miras a alimentar a su ejército en las guerras, tras 15 años de experimentos un chef parisino inventó el método de envases sellados que todavía usamos hoy.
Entonces, básicamente la idea es ofrecer premios para ideas imposibles (“ideas locas”), premios a los que cualquiera pueda aplicar.
«Sí no fuera una idea loca el día anterior, entonces no sería un gran invento.»
Como Academia, no sólo debemos fomentar premios a la excelencia de la investigación (lo cual está muy bien), pero de alguna manera eso es como ver hacia atrás; cuando también podemos usar los premios para ver hacia adelante…
Por ejemplo, mi papá usa insulina todos los días porque es diabético, ¿Qué pasaría si existiera una insulina que se aplicará solamente una vez por semana? (Como soy muy ignorante en la medicina, quizás por eso pienso en algo que un experto diría que es imposible)
Pero, como es un premio, ¿Qué pasaría sí dispusiéramos L. 10 millones al inventor de dicha insulina especial? Posiblemente muchas personas buscarían la manera de inventarla… Y posiblemente la crearían.
O, ¿Qué pasaría sí pusiéramos un premio de L. 5 millones a las personas que diseñen una casa digna que costará menos de 200 dólares y tuviera una vida útil de más de 10 años para ayudar a resolver el problema de vivienda en el país? ¿Qué pasaría…?
Claro, para eso tendríamos que hacer una revisión de materias primas utilizadas para la construcción, lo que me lleva a un tercer punto…
Materias Primas para producir Patentes
¿Cuál es la «Materia Prima» para fabricar «patentes»? La mayoría de las personas que han estudiado el tema ven la correlación entre la cantidad de ingenieros que tiene un país con su capacidad creativa para producir nuevas invenciones y patentes. Así que la materia prima para producir patentes es tan simple como fomentar entre nuestros jóvenes el estudio de las carreras técnicas (llámense: “Ingenierías”).
Aunque, si bien es cierto y como país necesitamos más ingenieros, es paradójico que, por ejemplo, este año se aprobó en la UNAH una prueba adicional a la PAA para los aspirantes a estudiar Ingeniería, así que ponemos más requisitos para estudiar ingeniería y dejamos el camino libre para estudiar ciencias económicas, jurídicas y sociales …
¿De verdad es una prioridad como Universidad que tengamos más ingenieros? ¿Es una prioridad de Estado que tengamos más ingenieros? Y no estoy hablando de la prioridad número 35 del Gobierno, sino una prioridad real. ¿Lo vemos así?
Es interesante el éxito a nivel mundial que se ha tenido con algunos futbolistas destacados, de alguna manera necesitamos un David Suazo de la tecnología, o un Amado Guevara de la ciencia, o un Carlos Pavón de la propiedad intelectual.
Pero, para eso debemos construir una cultura que no castigue el fracaso y premie la innovación… O, mejor dicho, que premie a los innovadores como debe ser.
Ing. Marcos Zúniga, MSc.
8 de agosto de 2018, Ciudad Universitaria, Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Tegucigalpa, Honduras