Esta semana fuimos con mi familia a ver la nueva versión del clásico «El Rey León», una película con excelentes animaciones y efectos digitales… ¡Y que buena historia, en muchos sentidos!
¿Recuerdas el «Hakuna Matata«? Es interesante porque, en realidad el «Hakuna Matata» es el anti-mensaje de la película, pero es lo que más recordamos; pensemos brevemente en la historia, que es la misma de la película de dibujos animados de los 90’s, así que esto no es un spoiler:
Simba, siendo el cachorro león hijo de Mufasa, el «Rey de la Selva», es puesto en una trampa y engañado por su tío Scar al atribuirle la muerte accidental de su papá Mufasa cuando éste trató de salvarlo, así que guiado por la culpa Simba huye al exilio para salvar su vida de unas hienas enviadas por Scar.
Allí en el exilio se hace amigo de Timón y Pumba, quiénes le influencian con su filosofía de vida «Hakuna Matata» que básicamente es vivir la vida sin importarle nada ni nadie, entonces Simba crece y se vuelve un león vago, sin oficio ni beneficio, y al tratar de olvidar la culpa de su pasado olvidó algo aún más importante: Su identidad.
Simba era el hijo de un rey, un príncipe, legítimo heredero al trono después de su papá; afortunadamente su amiga de la infancia Nala aparece buscando ayuda, se encuentran y le recuerda su deber y que su familia le necesitaba… Además de la necesidad mostrada por Nala, también llega Rafiki a recordarle quién era Simba y su identidad como hijo del rey…
Cuando Simba recordó su identidad, cayó en cuenta que era un príncipe hijo del rey y que su padre Mufasa lo amó, tuvo el valor de dejar de ser un vago y volvió a enfrentar su pasado, luchar contra Scar y obtuvo las fuerzas para vencer con la ayuda de su familia y amigos y por el bien de todos los demás.
Recordando mi identidad en Cristo
¡La verdad es que espiritualmente podemos ser así!
«Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios«
Juan 1:12 RVR-1960
Una vez que hemos creído en Jesús como nuestro Salvador y recibimos la salvación que es por gracia por medio de la fe creyendo que en la cruz Él estaba pagando todos nuestros pecados, dice la Biblia que ahora ya somos hijos del Rey, pero se nos olvida… Y es allí cuando comenzamos a vivir como vagos espirituales sin oficio ni beneficio.
¡Pero se nos ha olvidado hijos de Quién somos!
«5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.»
Apocalipsis 1:5-6
Jesús es un testigo digno de confianza, digno de admiración, digno de adoración; el único Soberano, Él nos amó y luchó por nosotros la batalla, Él peleó y venció, lo hizo en la cruz.
Cuando el verso dice «nos lavó de nuestros pecados» pensé: «¡Wow! No fue cualquier cosa con la que nos lavó, no fue Suavitel, fue Su preciosa sangre…» ¿Y quién lo merecía? La verdad es que nadie, ninguno se merecía el amor de Dios mostrado a través de Jesús en la cruz, es por gracia.
¿Sabes algo? En ese verso de Apocalipsis, cuando dice «lavo», lavar allí significa literalmente en el griego «bañar a la persona entera», Jesús nos lavó por completo nuestros pecados, no hay ni un pecado que Él no haya limpiado de nosotros una vez que le recibimos como nuestro Salvador y es precisamente por eso que la Salvación no se puede perder.
En Jesús, ahora somos hijos de Dios, reyes y sacerdotes para Él: ¡Esa es nuestra identidad!
¡No olvidemos el precio! Es importante recordar Su sacrificio, porque al recordar Su sacrificio encontramos nuestra identidad en Él.
Entonces entendí que cuando recuerdas tu identidad en Cristo podrás actuar como el miembro de la realeza que eres…
Conclusión: No necesitamos vivir como vagos espirituales cuando podemos vivir como hijos del Rey de Reyes.
Dios te bendiga, querido amigo.
Marcos Zúniga